lunes, 16 de febrero de 2015

Amanece.

Mi habitación
tararea lo que tú llorabas anoche.

Tu lápiz de ojos emborrona mi pasado
con pentagramas soleados al amanecer.
                                 desolados


Huele como hueles cuando estás conmigo.

Duele como dueles cuando hueles como cuando estás conmigo, sin estar conmigo.

Duelo
a espina de rosa muerta,
goteo de sangre,
irrealidad.



Tu camisa de cuadros arrugada como piel de gusano ha perdido los botones.
Y al haber perdido los botones,
el ombligo,
desenmascara
las últimas migas de anarquía
que guardaba entre los dedos cruzados.


Pero no me caigo de sueño
ni me ensordece el viento.

Pero sí me visten las venas rotas
y las palabras monosílabas.

martes, 10 de febrero de 2015

Te.


Tienes los ojos
como que todo te importa.
                                     
                                                 Pero te sientes libre
                            como cuando me encierras en ti
                                  y me haces tragar las llaves.
                                                            [sin masticar]

Dices que quieres venir conmigo
pero prefieres pasarte el día memorizando canciones de rock.
                                                                           [ven]
Te haré poesía con la lengua.
     
                                                                      [vuelve]

Te haré literatura. Antes de olvidarte.
Te olvidaré y no podré hacerte literatura.
Te haré literatura para olvidarte.
     
                                          [No te esfumes, chica de vapor  huracanado]
Te acercas tanto a la cicatriz con dientes de mi boca,
que a lo mejor te quemas.
O dejas de existir. Y no brillas.
Y acabas desmayada en el fondo de un rascacielos.


Ya han caído todas las hojas de todos los libros
que han plantado en cualquier jardín
este pasado otoño.
Y yo sigo aquí,
escuchando
como desaparecen
hasta las huellas teatrales
de tus melancolías más olvidadas.

domingo, 1 de febrero de 2015

Pellízcate.

Ya no tengo el buzón lleno de tus cartas a mano alzada y renglones torcidos,
ahora la publicidad de tu pizzería favorita
me recuerda que no debí
dejar que fueses
mi día preferido
durante cinco vidas.

Aprendí
a terminar todo,
corriéndome.

Nunca más sería péndulo,
Nunca más sería reloj de arena de tus desiertos,
ni del sol que no te broncea la piel porque tiene miedo a que tus lunares empiecen una revolución.
El tiempo, ya no se mide en minutos.
Ahora,
el tiempo vuela en tu espalda
en la dirección en la que acaba perdido.

Pellízcate.
Puede que te hayas convertido en una pesadilla.
Y lo peor de todo,
es que estés despierto.