domingo, 18 de enero de 2015

Contrarios.

Yo tan insomnio,
tú tan soñadora.
Yo tan dolor,
y tú tan cura.

Yo tan uña,
tú, arañazo.
Y al final
los dos muy arañados.

Yo tan porcelana
y tú también.
Pero tóxica
como el mercurio.

Yo casi tulipán
tú tan cactus,
y los dos tan trasplantados
en el pecho contrario.

Yo tan desgastado
y tú, inoxidable.

Yo tan ahogado
y tú tan soplido.

Yo tan patada,
tú tan caricia
y los dos, acariciados.

Yo poético
y tú poesía.
Yo poseído
tú, poseída.

Yo tan tú
y tú tan sin ti.

miércoles, 14 de enero de 2015

Refugios.

Ven conmigo,
aquí dentro,
donde piensas en mí,
                                    sin pensar en ti.
Donde floreces.

Sal de ahí,
de tu interior vallado
y electrificado,
donde no dejas entrar
ni al dióxido de carbono,
que te expiro dentro,
a través de tus poros.

Conseguiré llegarte tan dentro,
meterte mano hasta acariciar
tus porqués,
y abrocharles el cinturón
de inseguridad.

No se me moverá la pajarita
comiéndote el coño de rodillas
en cualquier baño incómodo
de un bar repugnante.
No me escuce
si tú me quemas,
                             al intentar adentrarme,
no me escueces,
porque,
si estoy dentro de ti,
soy ignífugo.
Y no puedes hacer leña
de los árboles caídos
que llevo dentro.

Házme sentir muerto,
grita.
Víveme.

miércoles, 7 de enero de 2015

Carta 34.

Sigo escribiéndote cartas y siguen muriendo palomas.
El Nirvana está a la vuelta de la
quinta esquina
de tu vida,
y siempre me desoriento.

La dislexia de tu rabia,
es contagiosa
porque estoy cerrando bares y abriendo heridas.
                
                                                              [Para qué.]
-Para despertarme sin haber dormido y con la resaca del alcohol que voy a tragar en los próximos diez años.-

Y sin embargo,
qué no os engañen,
el tiempo todo lo rompe.

Lo único que cura,
es no haber nacido justo
cuando estabas siendo asesinado
por tus propias manos.
No te excuses,
no has perdido la vida,
sólo has corrido en dirección contraria y te has despeinado.

Mantengo el hipo verbal
de cuando me dabas puñetazos en la nariz.
Suena una campana dentro de mi garganta
cada vez que no me tiendes tus pestañas
para sacarme de este agujero.
Y,
eres algo imposible,
-pero eso ya lo sabes-
porque por mucho que lo intente,
no puedo explicarte,
nadie te imagina,
pero todos se masturban con tu ausencia.

Se ha convertido en pornografía recordar.
Porque llorar,
emborrona las fotos mentales
que no hemos conseguido quemar.

Tus piernas de helado y whisky.

Vivo demasiado libre.
Como si hubiesemos dejado de escuchar
canciones de rock que hablan de estar solo,
o como si no nos recordásemos
que lo estamos durante todo el día.

Con esas canciones
con las que solíamos follar a oscuras
deshojándonos y deshojando
la historia
que algún día escribirán para nosotros.

Sigo siendo un inútil en esto
de echarte de menos,
porque me gusta saborear sangre en las encías.

No puedes recordar
aquello que hiciste con los ojos cerrados,
pero sí puedes recuperar las sensaciones
que te rompieron en tres.

Y mi lengua te recuerda.

Saboreando tus piernas de helado
y siendo un suicida
intentando deshidratarme lamiéndolas.

Sabían a imposible,
estaban amuralladas
y eran infranqueables.

Siempre quise
volver a volver.

Ahora,
se me han clavado con mil algujas
cerca de las papilas gustativas.

Y mis dientes
rechinan.

Como cuando dejo pasar
un whisky de 12 años por la garganta.

Siempre quisé escribir
un poema
de amor
hacia tus piernas
de helado y whisky.

domingo, 4 de enero de 2015

Recordarte.

He estado mirando por tu mal
y me he quedado ciego.
Claro que llegaste tan tarde,
que el polo norte,
se incendió.
Y el exceso de calor,
me derritió las retinas.
Ya no tendrás espejo,
donde retocarte
cuando quieras peinar
tu tú interior.
No te perdono,
me gusta follar de verdad,
follar sin perdón,
como si Dios estuviera mirando.
¿Vas a quedarte mucho por aquí, por mis desiertos interiores?
Tengo vistas al océano.
Te recogeré ayer.
Despeínate y ponte fea,
seré impuntual y llegaré pronto.
Quítate las ganas de salir a volar,
nos quedamos enjaulados
en la primera cama que resista
el peso de mis miedos.
Te desenvolveré el vestido de flores amarillas,
me gustas más con los amaneceres
que tienes por lunares
al alcance de mis lenguetazos.
Ábrete de pétalos
y quémame muerto.
Cuando acabe la vida,
solamente me acordaré de ti.