miércoles, 7 de enero de 2015

Carta 34.

Sigo escribiéndote cartas y siguen muriendo palomas.
El Nirvana está a la vuelta de la
quinta esquina
de tu vida,
y siempre me desoriento.

La dislexia de tu rabia,
es contagiosa
porque estoy cerrando bares y abriendo heridas.
                
                                                              [Para qué.]
-Para despertarme sin haber dormido y con la resaca del alcohol que voy a tragar en los próximos diez años.-

Y sin embargo,
qué no os engañen,
el tiempo todo lo rompe.

Lo único que cura,
es no haber nacido justo
cuando estabas siendo asesinado
por tus propias manos.
No te excuses,
no has perdido la vida,
sólo has corrido en dirección contraria y te has despeinado.

Mantengo el hipo verbal
de cuando me dabas puñetazos en la nariz.
Suena una campana dentro de mi garganta
cada vez que no me tiendes tus pestañas
para sacarme de este agujero.
Y,
eres algo imposible,
-pero eso ya lo sabes-
porque por mucho que lo intente,
no puedo explicarte,
nadie te imagina,
pero todos se masturban con tu ausencia.

Se ha convertido en pornografía recordar.
Porque llorar,
emborrona las fotos mentales
que no hemos conseguido quemar.

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