Una tarde cualquiera, en una cafetería de la ciudad, entre copas de anís barato y puros, se encontraban dos amigos cualquiera, hablando de un tema cualquiera.
-¿Te la follaste?-Dijo Juan Ramón Jímenez.
-Me ofendes. Claro que lo hice. Envolví mis labios ásperos en su bajo vientre bosque en llamas.. ¡Qué enredos en su vello púbico!- Contestó Antonio Machado.
Se hizo el silencio.
La tarde discurrió con tranquilidad, comentaron un par de versos de Darío, carcajearon y después de unos minutos de silencio:
-Y tú qué, Juanra ¿para cuándo piensas demostrarme tu pasión, tu vigor y lujuria, tus ganas de consumar tu amor, tu ganas de cabalgar?
-Esta noche, he decidido practicar con Platero, a ver qué tal me va...-Replicó éste.
-Eso es cojonudo, compañero. Ya me contarás.-respondió cortante Antonio.
Más humo y ciertas corrientes de aliento pestilente después, Juanra, se dirigió a donde dormía el burro.
Allí estaba.
Y pensando en lo bella que era la vida, se hizo hombre.
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