domingo, 29 de marzo de 2015

Muerto.

Las hormigas rojas tienen la culpa de que te haya arrancado las vías respiratorias de un bocado.

Y volvería a hacerlo sin esta mala excusa.

Las hormigas rojas son culpables, nos pisotean.

Nadie me lo quiere decir, pero yo estoy muerto. Lo siento, me siento.

Me miro al espejo y reflejo rayas de tiza en una pared donde nos dimos de cabezazos pensando como olvidarnos.

(No hay mayor excusa que esa: olvidarnos)

Las hormigas rojas son hijos de puta que intentaron olvidar escuchando rock.

Las hormigas rojas son excusas de olvido.

Las hormigas rojas son tus pezones.
Tus pezones son mi musa.

Y sigo muerto, aunque no me lo quieran decir, al menos muerto por ti, porque un día decidí ser asesinado -por mi otro tú-, en vez de verdugo.

Pálido y muerto, las hormigas rojas me han cerrado la boca para siempre.

Pero tengo ojos para gritar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario