miércoles, 24 de diciembre de 2014

Bandas sonoras.

Casi 21 de diciembre de 1978, el otoño acababa y con él se arrastraban las hojas, la ganas de salir al bosque a buscar la pocas flores que amenazaban quedarse -incluso después de ser pisadas por la ira del frío- y las ganas de follar encima de ellas.

Tenía que ir a buscarte a la estación. Volvías de tu viaje de 5 días para no querer volver que -no había funcionado-.Y eso hice, cogí el Cadillac de mi padre y puse la radio. Sonaba Vivaldi con las cuatro estaciones y yo mientras tarareaba una de Led Zeppelin porque era el único vinilo que no había roto después de irte, y lo había escuchado durante todo el tiempo que estuviste lejos.

Cuando llegué tuve que esperar un par de horas, siempre llegas tarde -incluso llegaste tarde a mi vida- Te disculpaste cientos de veces. No fue muy duro perdonarte ya que llevabas un vestido corto y una coleta con un lazito azul que coincidía con el día que hacía.

Para que vamos a engañarnos, quería conservar los lazos que nos unían, pero quería romperlos para verte por dentro. Y después para verte desnuda. Y hoy era el día para hacerlo.

Llegamos a casa, y antes de subir a la habitación el vestido corto se llenó de violentas arrugas y el lazito azul cayó al suelo como la última hoja del otoño.
De fondo, no sonaba Nessun Dorma, pero en tu garganta una ópera cantada por una soprano me hizo olvidar a Pavarotti. Los lazos que nos unían se volvieron peligrosos, se tensaban, y se notaba fisicamente por la fuerza con la que se pegaba mi piel con tu vacío.
Mañana empezaría el invierno.
No había nevado aún, pero ya habías hecho de mí un helado derretido en verano.

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