lunes, 29 de diciembre de 2014

La chica de la caja torácica de música.

Solamente coincidíamos en una cosa:
Yo estaba mudándome
a otra piel.
-en realidad
estaba arrancándomela a mordiscos esperándote,
donde esperan los que desesperan.-
Y tú,
tenías frío con sabor a muerte y  buscabas una sábana humana.

Habría tocado el piano
                                     de tus costillas,
con tal de haber sentido tus huesos,
y haberte acariciado el caparazón.
Pero por rabia,
huí hacia ningun-lado.
Como hormiga desorientada.

Tenías una caja torácica,
de música.
Que reproducía en estéreo
los mejores éxitos de corazones rotos.
Que si la acariciabas
como si tuvieses ganas de acabar lijado, hacía aparecer una bailarina.
Que no bailaba.
Que se sentaba en unas escaleras
y se hacía trenzas de dolor,
esperándote,
donde esperan los que desesperan,
a que volvieses
                           a ser quien eras
en un principio:
Un precipicio donde vivir
cuando decía querer el suicidio.

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